jueves, 25 de agosto de 2016

EL VIAJE: Alexa Ferreiro




El viaje

Había una vez en  un pueblo pequeño de México  una jovencita  de 18 años llamada Cristina. Ella tenía el gran sueño de viajar por el mundo, sin embargo, había un gran inconveniente para llevar su sueño a la realidad: no tenía el dinero suficiente para hacerlo. Ilusionada por conocer el maravilloso planeta Tierra, comenzó a buscar empleo en todas las tiendas de autoservicio de la comunidad con la finalidad de  ganar dinero y ahorrar. Después de días de búsqueda, logró  conseguir dos  valiosos empleos de medio tiempo, el cual le daba esperanzas  de poder salir y explorar otros lugares que no fuesen su pueblo natal. Luego de algunas semanas, se dio cuenta que  no le pagaban lo justo por la labor que desempeñaba, por lo cual se decidió  hablar con sus jefes, y ellos le respondieron: Don Amaro: – Tienes que dar lo mejor  de ti misma y ganarte el aumento de sueldo-. Doña Francisca dijo: – Te contraté sólo por apoyarte, sin embargo, no cuento con el capital suficiente para pagar la  nómina de todos mis empleados, olvídate del aumento-. Con las ilusiones por los suelos, y aún, sin la posibilidad de cumplir su sueño, Cristina decidió renunciar a sus empleos y tristemente se fue a casa.

A la mañana del día siguiente, despertó con una gran depresión, sin ánimos de hacer nada, ni siquiera de salir de su habitación. Al darle hambre salió de su cama,  al caminar rumbo a la cocina se tropezó con una pequeña caja color rojo, ella estaba sorprendida porque nunca la había visto, ni siquiera sabía que existía. Fue tanta su sorpresa y la inquietud de saber lo que esa cajita contenía que decidió abrirla y ¡Oh sorpresa!. La caja roja contenía algo que ella anhelaba con gran desesperación, ¡Dinero! - Si, dinero, gritó con gran emoción-. Al llegar a la cocina, abrió el refrigerador y se percató que estaba vacío, que su familia estaba pasando por una situación económica terrible y ella queriendo malgastar el dinero en el cumplimiento de un sueño que seguramente era imposible de lograr, por lo que quiso hacer lo correcto y utilizar el dinero en algo provechoso. Fue al supermercado y compró comida suficiente para alimentarse ella y su familia por un mes completo. Al regresar a su casa estaba hambrienta y se preparó una deliciosa carne asada. Al terminar de comer alguien sonó el timbre de la puerta, de inmediato acudió a abrir y gritó ¡Wow! -¿Qué hace un oso panda en mi casa?. Extraña con la situación lo invitó a pasar a casa, emocionada con la idea de tener de mascota a un extraño animal que provenía del bosque de China. Días después, sin que nadie reclamara al panda y de pasar momentos maravillosos con él lo nombró, Polo.

Cristina sabía que estando en casa disfrutando con Polo, no podría ahorrar dinero para emprender su primer viaje, por lo que se propuso a buscar empleo de nueva cuenta, en el cual se le pagara lo justo por su quehacer en trabajo de horario completo. Con poca dificultad de búsqueda, le dieron empleo en la tiendita de la esquina. Su labor sería, acomodar los artículos y productos para su exhibición, además de la atención al cliente. El sueldo ofrecido cubriría sus necesidades de alimentación y vivienda básica, así como, hacer una alcancía para recaudar dinero.

Pasó la primera quincena de trabajo, Cristina estaba feliz y emocionada por su primer pago, además de que ese empleo la hacía sentir con plenitud y ganas de vivir. Al llegar a su casa, se encontró con un desconcierto; Polo destrozó su relajante sillón, ese que amaba tanto, en el que se dormía soñando que se encontraba en Corea del Norte y disfrutaba de los bellos paisajes, de su gente, de su música… Ese sillón era demasiado significativo; era en el que tenía total descanso, sin duda, lo amaba. De inmediato ingresó a internet y buscó una alternativa para comprar un nuevo sillón. Navegó por diversas páginas de la web hasta encontrar el ideal. Lo añadió a su carrito de compras y lo pagó con su tarjeta de nómina, a pesar de que estaba consciente de que durante los próximos 15 días debía comer puro espagueti  y no gastar tanto en comida.

Pasaron los años y Cristina seguía en la misma situación: trabajo, casa, ahorros y Polo. Un día paseando con Polo en el parque, se encontró a unas personas molestas porque el área de juegos estaba dañada y fuera de servicio, amablemente ella los invitó a reunirse al día siguiente  y trabajar en la reparación de los columpios, resbaladillas y juegos que se encontraban dañados. Los padres de familia del vecindario aceptaron e hicieron la labor pertinente. Al final, reconocieron la gran creatividad y apoyo brindado por la jovencita. Los vecinos le ofrecieron como recompensa concederle un deseo. Obviamente sus aladinos financiaron un paseo para ella y Polo por la muralla China en el continente asiático. Finalmente, después de tanto esperar, Cristina puedo hacer su sueño realidad y regresó a su casa en un taxi amarillo, de la alegría gritó: -¡Lo logré!


                                                     FIN                                    Alexa Ferreiro

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